Retrogaming: Sonreír hace bien

Recuerdo cuando solía hablar con mi difunta abuela sobre como era la vida cuando ella era una voluptuosa jovencita, adorada por los jóvenes y alegre, corriendo por su población descalza, sin almuerzo y sin preocupaciones. La luz que su rostro emanaba al describir una escena que hoy en día seria un titular respecto a miseria y pobreza o una nota al pie respecto a un ideal progresista en crisis era en verdad intrigante. En esos tiempos yo era un jovenzuelo, mi vida carecía de memorias.

La velocidad con la que cambia el mundo a muchos nos quita el tiempo de habituarnos a las cosas, antes de acostumbrarnos a manejar un stick análogo ya tuvimos que dominar dos, antes de empezar a quejarnos de la monocromaticidad de una consola ya tuvimos que empezar a pedir gráficos poligonales de bolsillo, antes de terminar de contar los polígonos en pantalla ya se nos hace necesario ver mas. Nos vemos atrapados en un vértice, un caudal, de tecnología que nos arrastra a su paso… A una velocidad que no siempre podemos manejar.

Pero alguna vez hubo un tiempo en el que todo se movía con suavidad, las cosas estaban evolucionando, aprendíamos a diferenciar lo bueno de lo malo… Empezábamos a gatear en el mundo de los videojuegos, un mundo en dos dimensiones, sin contar píxeles ni quejarse de dolor de pulgar, un mundo lleno de botones “turbo” y la piante tecnología de la “cámara lenta” (patrocinada por el botón “start”)
Los videojuegos producidos aproximadamente entre 1980 y 1999 (el asunto de las fechas es discutible pues muchas veces hay juegos que aparecieron para consolas avanzadas que son puestas dentro de la categoría “retro”) son parte de esta a veces paradisíaca visión de un mundo dominado por cuatro direcciones y unos cuantos botones, estén estos en un dispositivo ergonométrico o no. Consolas como el Atari 2600, el NES, la Mega Drive y el SNES se encuentran entre las más reconocidas dentro de este ideal, no solo por su fama, si no más bien por los recuerdos que generaron en quienes tuvimos la dicha de usarlas.

Y ese es el punto del retrogamer, los recuerdos, esa visión de un mundo en el que puedes jugar sin tener que pensar que te vas a perder una clase en la universidad, que tienes que trabajar, hacer tareas o siquiera almorzar. Un mundo que hace tan poco como 20 años atrás tenia una simpleza que podemos ver en cada píxel, en cada palabra mal escrita y en cada tonada repetitiva. Es el sentimiento de perderse en la inocencia que todos teníamos la primera vez que vimos un mundo que controlábamos en la pantalla de un televisor en blanco y negro, no es la necesidad de buscar juegos fáciles, no es el masoquismo de perderse en juegos malos, es rescatar un sentimiento que necesitamos dentro de nosotros, la felicidad, y una capacidad que cada vez se pierde más en nuestra juventud… Recordar lo bueno y lo malo y simplemente… Sonreír.

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